El fútbol americano de Escuela Secundaria es casi una religión en Charleston, y fue una religión de la que formé parte siendo estudiante. Lo llamativo sobre mi experiencia sobre el fútbol gridiron es que, incluso como atleta adolescente, fui testigo de la jerarquía racial en acción.
La Summerville High School era un rival de mi escuela al otro lado de la ciudad, y el quarterback del equipo Summerville era el nieto de su entrenador, quien era el entrenador con el mejor récord de victorias en todos los niveles—un récord que aún ostenta al día de hoy. Se afirmaba a viva voz, ni siquiera como secreto, entre entrenadores y fans, que el quarterback de Summerville heredaría la posición de entrenador de su abuelo cuando llegase el momento. Para sorpresa de nadie, eso sucedió en 2016.
Tengo algunos amigos que son entrenadores en el área. También son afroamericanos. Cuando les pregunté si se postularían a la posición cuando estuviese abierta, cada uno me dió la misma respuesta: “Amigo, sabes que ese trabajo ya es de Joe.”
Los beneficiarios de la sociedad preguerra de Charleston han manipulado virtualmente todas las industrias locales para su beneficio generacional, en un esfuerzo por conservar esa jerarquía establecida. Así como puede suceder en los deportes de escuela secundaria, también pude pasar en la industria cervecera local, cuyas estadísticas distorsionadas sobre diversidad sirven como testamento de una inequidad de larga data. Esto no es nada nuevo: Los sistemas de opresión construidos durante la era esclavista de Charleston se vieron trastocados al final de la Guerra Civil, sólo para ser violentamente reintroducidos luego del colapso de la Reconstrucción.
El Schützenfest de Charleston se convirtió, como opción semi-inconsciente, en un espacio donde este proceso chocó con la cambiante cultura cervecera de Estados Unidos. En la Parte Uno, vimos la formación de una frágil y subversiva relación entre charlestonianos negros y alemanes, una donde el consumo ilícito de alcohol permitió a ambas comunidades rebelarse ante la jerarquía racial establecida de una manera que los benefició. Pero en el aspecto de la Guerra Civil, la ecuación cambió. La relación de los germano-americanos con la sociedad blanca cambió rápidamente, en Charleston y el resto del país, como lo hicieron sus nociones de ciudadanía e identidad étnica. Así que el Schützenfest cambió también rápidamente, convirtiéndose en un bastión de la supremacía blanca en la batalla por la identidad de Charleston.
Haciendo un seguimiento a esa transformación podemos comprender mejor como un espacio cervecero ostensiblemente benigno puede excluir y marginalizar la participación de personas negras de maneras fundamentales el día de hoy. Podemos presenciar el inmenso trabajo que requiere forjar espacios de exclusión, y más allá, examinar como estos espacios terminan reflejando y reforzando las grandes inequidades de la sociedad en la que habitan. La historia del Schützenfest de Charleston nos muestra que ideas como “Las personas negras no toman cerveza” y “la cerveza y las cervecerías son cosa de gente blanca” no son verdad. Son constructos que la gente decidió erigir siglos atrás, y que elegimos mantener hoy.
El ejército de La Unión marchó a través del Sur al final de la Guerra Civil, reforzando a punta de pistola la libertad que miles de esclavos habían ganado. Las tropas federales entraron a Charleston en Febrero de 1865 y no la abandonarían por más de una década. Los charlestonianos negros no perdieron tiempo en ejercer su libertad. Construyeron iglesias, adquirieron armas y alcohol, y tomaron espacios y oportunidades que antes les habían sido negadas.
El 4 de Julio se transformó: Los blancos ex-confederados rechazaban la fecha y locales afroamericanos la reclamaron con saludos de armas, desfiles, música, comida y jolgorio. En palabras de un inmigrante alemán conservador ex dueño de esclavos, el 4 de Julio se convirtió en “el día en el que los negros celebran y los blancos se quedan en casa trabajando.” Expresiones locales se mezclaron con políticas nacionales mientras que nuevas enmiendas constitucionales codificaron la ciudadnía afroamericana y el sufragio negro masculino. Luego de 1867, los votantes negros representaban la mayoría del electoorado en Carolina del Sur. La esperanza de un futuro nacional inclusivo parecía posible en aquel momento. Cubriremos más de las experiencias y representación de la comunidad negra de Charleston en la tercera parte de esta serie.
Cuando se encendieron los motores, los esfuerzos por imponer derechos negros recibieron reacciones violentas instantáneas en todo el Sur. Los supremacistas blancos se negaban a aceptar el fin de la era de esclavitud que solidificó la opresión racial de manera tan severa, que lucharon para confeccionar el equivalente más cercano. Códigos negros y leyes electorales supresivas marginalizaron a la ciudadanía negra mientras que una ola de terrorismo blanco intimidó a los votantes negros. El gobierno federal respondió con legislación para proteger los derechos electorales de los afroamericanos, incluyendo la ley del Ku Klux Klan de 1871. Ese mismo año, tropas federales arrestaron a cientos de miembros del Klan en Carolina del Sur y forzó a otros miles a huir del estado.
El Schützenfest retornó silenciosamente en medio de esta agitación. No hubo festival en 1866: El campo del Club del Rifle alemán junto al Río Ashley, conocido como el Schützenplatz, estaba siendo utilizado como hospital provisional para combatir la viruela en aquella primavera. En 1867 se cedió el uso del Schützenplatz para la celebración de otro “Festival de Mayo” de la sociedad alemana, posiblemente porque las autoridades militares aún dudaban en permitir a civiles llevar rifles en público. Cuando el Schützenfest finalmente retornó en 1868, una batalla sobre los espacios públicos de Charleston ya estaba siendo librada.
En los 1800, los eventos públicos se multiplicaron como oportunidades de promover ideologías, valores comunitarios y agendas políticas. Para los charlestonianos de color, la habilidad de participar libremente en festividades, afirmó sus derechos inherentes, ciudadanía y lugar en la sociedad pública. Como consecuencia, los ex confederados entendieron que tomar control de los espacios públicos, incluyendo festividades, los ayudaría a resucitar las jerarquías raciales de la pre-guerra. Ambas comunidades se impusieron y comenzaron a competir por las festividades de Charleston.
Además del 4 de Julio, los afroamericanos crearon nuevas festividades para sí mismos. el Servicio de Vigilia (31 de Diciembre) y el Día de la Emancipación (1ro de Enero), celebraban la proclamación de la emancipación y simbolizaban la larga espera por esta promulgación El 1ro de Mayo de 1865, miles de enlutados negros conmemoraron y celebraron a los prisioneros de guerra de la Unión fallecidos que habían sido recluidos en una antigua pista de carrera de caballos en Charleston. En aquel momento, lo bautizaron Día de la Recordación. Hoy lo llamamos Día de los caídos.
Los blancos de Charleston no pudieron mantener el ritmo. Trataron de sobreescribir los orígenes negros y pro-Unión del Día de la Recordación en una festividad para honrar a los muertos confederados, pero no funcionó. Lo cambiaron al tradicional Palmetto Day de Carolina del Sur, pero no estuvo a la altura. Una y otra vez los charlestonianos blancos tuvieron dificultades para resucitar una celebración pública que inequívocamente reforzaba la supremacía blanca. Hasta que pusieron sus ojos en el Schützenfest.
Usando uniformes verdes y con rifles sobre sus hombros, 130 miembros del Club del Rifle alemán marcharon a través de Charleston el 6 de mayo de 1868. Comenzaron en el centro de la ciudad, para dirigirse luego a una estación de trenes al norte que los transportó cinco kilómetros al oeste hasta el Schützenplatz.
Fue un evento importante: Grupos de hombres armados marchando sobre las calles de Charleston había sido un símbolo común de poder blanco antes que las fuerzas de ocupación federales los suprimieran. De hecho, esta fue la primera vez desde la Guerra Civil que se les permitió a soldados y civiles armados marchar. El historiador Jeff Strickland, cuya investigación orienta a esta serie, ha especulado que las autoridades permitieron marchar a los alemanes sólo porque publicitaron su festival como una celebración apolítica de la cultura alemana. Pero los observadores blancos vieron un pizarrón en blanco cuando desesperadamente estaban necesitando uno.
El editor del Daily Courier expresó sobre el evento, “Desde el final de la guerra, ninguna de estas celebraciones ha sido observada, y por tanto la apariencia del ayer del Club del Rifle alemán en las calles, armados y equipados para la contienda no cruenta, creó toda una sensación entre la gente buena de esta ciudad. Muchos recuerdos agradables de la mejor época anterior a la guerra se evocaron en las mentes de aquellos que lo presenciaron.”
Alexander Melchers, el presidente del Club del Rifle Alemán, también dirigía el periódico alemán local. Dio la bienvenida a todos los asistentes al festival, independientemente de su raza; mantuvo la promoción estrictamente apolítica; y enfatizó el compromiso del club con la enseñanza de las armas de fuego, los “ejercicios varoniles y atléticos” y la preparación militar en general. Este marco sirvió muy bien a los propósitos de los inmigrantes alemanes, al tentar tanto a la élite de la sociedad blanca a participar e incluir a la comunidad negra con la que habían forjado una estrecha relación, como vimos en la parte uno de la serie.
También les ayudó a vender cerveza. Durante tres días, unos 5.000 visitantes tomaron más de 50.000 pintas de cerveza Lager durante la fiesta de 1868. Los propietarios de los bares alemanes más importantes de la ciudad obtenían buenas ganancias de la fiesta cada año, importando cerveza para venderla desde las ciudades del norte, ya que Charleston no tenía fábricas propias en aquella época.
Melchers llamó al festival ‘una masa diversa de personas y tumulto generalizado, llena de dicha y placer, jóvenes y mayores, alemanes, estadounidenses, africanos, de todos los extremos de la tierra pero sin los problemas y aflicciones del mundo en general.’ Esa mentalidad versátil, en aquel particular tiempo y espacio, tuvo el potencial de madurar hacia la grandeza con el paso de las generaciones en nuestro país. Más en su lugar progresó el error humano.
Sólo los alemanes podían participar en la competencia de tiro, mientras que los asistentes no alemanes se divertían con juegos y concursos de estilo carnavalesco repartidos por el Schützenplatz. Los niños participaban en carreras de sacos e intentaban trepar por un poste engrasado para conseguir premios en la cima. También jugaban a buscar monedas en grandes cuencos de melaza y daban de comer crema pastelera a otros niños con los ojos vendados. Los padres alemanes mantenían a sus hijos fuera de los juegos más vulgares, pero los niños negros y a veces los irlandeses jugaban libremente. Inapropiadamente, los diarios llegaron a referirse a estos asistentes como la “clase gamin”, utilizando de manera despectiva la palabra francesa para “niño” o “niña”. Especialmente para los participantes negros, no se trataba sobre diversión: La posibilidad de ganar dinero extra o un juguete era un gran negocio en una época en la que las oportunidades eran realmente escasas.
Los charlestonianos Gullah Geechee no sólo eran vistos como “gamines” en la Schützenfest: también eran bienvenidos como invitados, empleados y empresarios. Las relaciones especiales de consumo que habían establecido con los tenderos alemanes durante la esclavitud habían creado vínculos comunitarios. Los negros de Charleston frecuentaban comercios de alemanes y a menudo trabajaban junto a los alemanes de clase trabajadora. Los empresarios alemanes que organizaban el festival solían mantener a los empleados negros durante el resto del año. Estos contactos les permitían trabajar en los juegos, en los puestos de comida y cerveza, y en los campos de tiro.
Estos lazos, y los espacios grises sociales que los negros y alemanes de Charleston habían utilizado para darles forma, confluyeron en el nuevo Schützenfest. Esto pudo haber sembrado una cultura cervecera estadounidense más inclusiva y haber mantenido la participación de los negros en el comercio de la cerveza. Pero no fue lo que sucedió. A medida que el festival evolucionaba, se alineaba cada vez más con la comunidad blanca que instintivamente vio mucha oportunidad en el primer desfile celebrado después de la guerra.
Luego de 1868, la asistencia al Schützenfest creció. Melchers incluso invitó a grupos externos a participar. En 1869, otras organizaciones alemanas en el desfile de Charleston incluyeron al New York Schützen Corps, el New Jersey Schützen Corps, el Augusta Saengerbund (un coro) y los Augusta Turners (un club de atletismo), todos junto a los propios clubes alemanes de Charleston en el desfile. A medida que el Schützenfest ganó popularidad, el Club del Rifle alemán observó con alegría cómo los ciudadanos blancos comenzaron a desplegar gran cantidad de banderas alemanas a lo largo del recorrido del desfile. Cada vez más y más personas acudieron al Schützenplatz para consumir aluviones de Lager.
El Schützenfest era tanto un festival de cerveza como una competición de tiro. El Club del Rifle alemán bebió con los clubes y organizaciones invitadas durante el festival, y luego organizó una recepción especial (léase: varios barriles de cerveza) en su honor la última noche del evento de 1869. A la mañana siguiente, llevaron a sus invitados a recorrer la ciudad, incluyendo muchas residencias privadas donde tomaron aún más cerveza. Luego los acompañaron de vuelta al puerto a embarcar sus barcos de vapor de vuelta a casa, no sin antes beber aún más Lager y Champaña juntos. Para culminar, el Club del Rifle alemán ofreció un barril de Lager como regalo de despedida, y recibió uno a cambio.
La cerveza también contribuyó a facilitar los lazos sociales entre los alemanes y los visitantes blancos. Como expresó un invitado en 1870, "[un alemán] sin ninguna ceremonia, coloca un vaso [de Lager] en tu mano. Dejándote llevar por la fuerza de su ejemplo, lo tomas casi de manera inconsciente. Después de haber ingerido unas veinte pintas, empiezas a sentir una especie de cambio en el espíritu de tus sueños".
Estas muestras de cultura festiva alemana, como la describen los historiadores, estaban cambiando los hábitos de consumo de los estadounidenses una copa a la vez, y el Schützenfest se convirtió en una piedra angular de ese proceso en Charleston. Pero se enfocaron casi exclusivamente en la comunidad blanca de Charleston. Las banderas pueden ayudar a explicar el por qué.
Me gusta considerarme un orgulloso ciudadano americano, pero sigo manteniéndome alejado de las grandes reuniones en las que ondean banderas americanas. Los actos terroristas de enero de 2021 en el Capitolio de EE.UU. son un buen ejemplo de por qué me mantengo alejado de esas sopas: La intolerancia y la opresión suelen venir envueltas en una bandera.
Las banderas ondeaban por doquier en el Schützenfest de Charleston. A medida que la sociedad blanca se interesaba más y más, los charlestonianos empezaron a inundar las calles y los edificios a lo largo de la ruta del desfile con banderas negras, rojas y amarillas—la bien conocida tricolor alemana se asociaba entonces mejor con las revoluciones de 1848 y era un símbolo de larga data del deseo de los alemanes de una nación unificada y democrática-. El club del rifle adoptó con orgullo el mismo diseño para sí. Enormes banderas ondeaban sobre la puerta de entrada al Schützenplatz junto a las banderas de Estados Unidos y Carolina del Sur, y en el interior del festival, las casetas, el escenario principal, los árboles—cualquier cosa que pudiera tener una bandera tricolor—la tenía. Pero en 1871, la bandera cambió.
Ese año, la unificación de Alemania fue un éxito, pero su nueva bandera era una tricolor diferente: negro, blanco y rojo. Era una pequeña distinción con una gran diferencia.
Los estados alemanes no se habían unificado bajo una democracia pluralista, sino bajo el severo liderazgo prusiano del káiser Wilhelm y Otto von Bismarck. El suyo era un régimen nacionalista, imperial y étnicamente orgulloso, con una bandera que hacía juego. Aunque se encontraban a un mar de distancia, los germano-estadounidenses (muchos de los cuales ya estaban en sus cuarentas) mantenían vínculos con su patria y su destino nacional. El nuevo Imperio Alemán de Bismarck puso una bifurcación en el camino. Los germano-estadounidenses habían anhelado la unificación con la misma vehemencia que cualquier alemán de Europa, pero muchos también habían pasado décadas comprometidos con los ideales democráticos liberales de 1848. ¿Era una unificación basada en ideales contradictorios, como el etnonacionalismo, el militarismo y el poder, lo que rompía el acuerdo? No lo fue. Y como ha escrito la historiadora Alison Clark Efford, los germano-americanos estaban más dispuestos a cambiar de política que a abandonar su apoyo a la nueva Alemania. Esos cambios políticos repercutieron en todo Estados Unidos, incluyendo Charleston.
Los germano-estadounidenses de todo el país habían apoyado a menudo las políticas igualitarias de la Reconstrucción—las que más beneficiaban a los afroamericanos—con ideas expansivas sobre quién pertenecía a la sociedad estadounidense, porque también se veían reflejados en esas políticas. Pero, al mismo tiempo que vitoreaban desde la distancia el nuevo Estado-Nación, empezaron a interiorizar las ideas de Bismarck sobre el etnonacionalismo y a reformar su propio modelo de ciudadanía. El apoyo a las políticas anteriores se desvaneció y aumentó la simpatía por las ideas supremacistas blancas. Simultáneamente, la sociedad de posguerra invitó a los germanos-americanos a integrarse en la blancura estadounidense como nunca antes. Su servicio militar, su espíritu empresarial y su compromiso cívico, e incluso su cerveza, reivindicaron a los alemanes de muchas de las acusaciones nativistas de la época de preguerra.
En 1871, el Club del Rifle alemán de Charleston votó para adoptar una nueva bandera. Era negra, blanca y roja.
La Schützenfest se había convertido en una sopa de banderas. Al igual que la estructura militar de los clubes de rifle se asemejaba a las patrullas de esclavos de la preguerra y a los “exploradores” del KKK, las banderas del festival traicionaban con cierta simpatía por la segregación y la supremacía blanca. Comunicaban a la comunidad Gullah Geechee la voluntad de los alemanes de enfrentarse a la amenaza percibida de una población negra libre. Independientemente de que el Club del Rifle alemán pretendiese o no comunicar ese mensaje cuando marchó por primera vez en 1868, ahora ya estaba presente. Y la trayectoria del festival no haría más que afianzarlo.
Con el tiempo, el festival se volvió más exclusivo. En 1869 las entradas se podían comprar por adelantado en varios negocios propiedad de alemanes en los alrededores de Charleston, y también en la puerta. A partir de 1870, el Schützenfest pasó a ser "sólo por invitación" (es decir, “miembros del club y sus amigos”) y no se vendían entradas en la puerta. Los miembros del Club del Rifle debían vigilar a los asistentes y, en general, mantener el orden del festival. En años posteriores, los sheriffs asumieron este rol, y su principal responsabilidad era “evitar que los gamines saltaran las vallas o se amontonaran con los acróbatas”, de acuerdo a la cobertura del Charleston News and Courier de 1876.
Los charlestonianos de color aún asistían al festival—en 1870, el Charleston Daily News describió al Schützenplatz como “un patrón arabesco de humanidad, cambiante en sus aspectos como los colores de un caleidoscopio. La cantidad de Lager consumida era temible”. Aún se competía por premios en los juegos carnavalescos, incluso cuando los concursos más burdos se eliminaron en favor de opciones más presentables. Un “regimiento” de camareros afroamericanos mantenía la cerveza fluyendo todo el día en los salones del Schützenplatz. Pero la aguja se movía, y cada pequeño cambio en el festival ayudaba a convencer a los charlestonianos blancos que una jerarquía racial de la posguerra podía ser restablecida.
Cada vez más, la visibilidad de los negros en el festival quedó proscrita. Entre 1869 y 1872, se contrató a un animador negro para que se pusiera un traje de tela marrón con una “máscara horrible”. Luego imitaba a un mono mientras saludaba a los invitados y era conducido por un “guardián” con un carrito de helados. Los grupos de trovadores, con músicos negros o blancos con la cara pintada de negro fueron muy populares en el festival desde 1873. En un caso, un “emprendedor vendedor de cerveza Lager” contrató a un grupo para que actuara delante de su puesto. Estos ejemplos muestran cómo la asociación de los negros con la fiesta se estaba transformando en una función—de servicio y entretenimiento para beneficio de los blancos, a expensas de la inclusión.
Mientras tanto, la relación entre las comunidades negra y alemana de Charleston se tambaleaba. Frederick Wagener, un tendero inmigrante alemán y candidato demócrata a la alcaldía en 1871, atrajo un amplio apoyo alemán a pesar de sus firmes opiniones supremacistas blancas. Obviamente, esto antagonizó a los Gullah Geechee republicanos de Charleston. La noche anterior a las elecciones, los afroamericanos encabezaron un desfile de antorchas por el centro de Charleston, y una minoría militante de esa procesión comenzó a atacar a los alemanes en las calles y a destruir casas y tiendas alemanas.
La candidatura de Wagener fue sólo el catalizador de su ira: los alborotadores se dirigieron específicamente a los propietarios de tiendas que se creía que cobraban precios más altos a los clientes negros o se negaban a concederles crédito, prácticas que se estaban volviendo demasiado comunes. Como vimos en la Parte Uno, las relaciones entre alemanes y negros en Charleston se habían basado principalmente en el capitalismo y el comercio, como las tiendas de abarrotes que vendían alcohol. Pero a medida que esa clase mercantil alemana se hacía más rica y encontraba más aceptación dentro de la sociedad blanca de Charleston, se desvanecía otra motivación para resistir la jerarquía racial. Martin Luhrs, un tendero alemán que se encontraba entre los procesados por atender a clientes negros en 1859, invirtió las ganancias de su tienda en las plantaciones cercanas a principios de la década de 1870.
Las comunidades negra y alemana de Charleston entablaron una especie de relación de amor-odio durante esta época, alineándose políticamente sólo en alguna cuestión local. En general, los alemanes acudían al Partido Demócrata, el partido de los esclavistas. Y el Schützenfest se convirtió en el elemento más destacado del calendario social del Charleston blanco. Un reportero de la fiesta de 1873, lamentando las pasadas celebraciones (blancas) del 4 de julio de los “nunca olvidados días de la preguerra”, pensó que era natural “que a falta de una fiesta propia nos consolásemos con la de otro pueblo, y que en las diversiones de la Schützenfest desahogásemos los entusiastas sentimientos disfrutados antiguamente en el aniversario de la independencia americana”.
A partir de 1871, el desfile del Schützenfest de Charleston se convirtió en una muestra de poder blanco totalmente militante. Cada año, la fiesta se abría con una salva de artillería; al principio, los organizadores debieron mantener los cañones fuera de la ciudad, pero pronto se les invitó a saludar desde la Ciudadela, la universidad militar confederada de la península de Charleston. Todos y cada uno de los elementos del festival reforzaron este mensaje—según se dice, el puesto de un vendedor “llevaba el expresivo signo de un enorme cañón disparando un vaso de Lager”.
El éxito público del Schützenfest inspiró la formación de varios clubes de rifle blancos tras ella. Estos clubes se inspiraron intencionalmente en los clubes de rifle alemanes para enmascarar sus verdaderas intenciones de imponer la supremacía blanca. Ya sea por ignorancia o por ambigüedad hacia estos objetivos, los alemanes los invitaron a participar en el desfile de la Schützenfest a partir de 1871. Desfilaron bajo la protección de la nueva y muy codificada bandera alemana al mismo tiempo que las tropas federales estaban expulsando a los miembros del Klan del interior de Carolina del Sur. En 1872, una nueva bandera se unió a las demás sobre la entrada del festival: se unió una nueva bandera de unidad con balas de la Artillería Alemana de Charleston, una unidad de las antiguas fuerzas confederadas. El nacionalismo germano-estadounidense ofrecía un velo fácil para glorificar a la derrotada Confederación y difundir la militancia blanca.
En 1873, el Club del Rifle alemán abrió oficialmente sus puertas a los no alemanes. Ese mismo año, el concepto de festival de tiro comenzó a difundirse—los clubes de rifle de Carolina del Sur y el norte de Georgia establecieron Schützenfests similares, mientras que el festival de Charleston se convirtió en una especie de destino turístico regional. A veces, el club de Charleston viajaba para ayudar a otro club a iniciar su festival.
Cuando los clubes de Charleston desfilaban juntos por las calles cubiertas de banderas cada primavera, los comentaristas con frecuencia comentaban que la posesión de armas era un pilar de la ciudadanía y un garante de la libertad, una forma codificada de señalar su preparación para una futura guerra racial contra sus vecinos negros. De hecho, después de 1871, algunos miembros selectos desfilaban sosteniendo armas de fuego francesas capturadas de la Guerra Franco-Prusiana, que habían facilitado la unificación alemana, un regalo del propio Kaiser Wilhelm y un claro símbolo de ciudadanía marcial. No es un misterio la razón por qué los clubes del Rifle negros de Charleston nunca fueron invitados a participar en la fiesta. En efecto, los únicos negros que participaron en el desfile fueron los vigilantes contratados para el torneo.
En resumen, los supremacistas blancos de Charleston entendieron plenamente la festiva cultura alemana como un pretexto para impulsar su propia agenda, y para los charlestonianos alemanes eso no fue un problema. Así que marcharon juntos cada año al Schützenplatz, compartían inmediatamente una comida y una cerveza, competían juntos en el torneo de tiro, tomaban más cerveza, bailaban y jugaban a los juegos, y se relacionaban aún con más cerveza. No hubo asientos en la mesa para los negros de Charleston.
Los elementos marciales del Schützenfest eran todo menos cosméticos. Fueron activamente cultivados como respuesta a los prósperos desfiles y celebraciones de los negros en el Día de la Emancipación y otros días festivos. Mientras las protecciones federales de las leyes y políticas de la Reconstrucción permanecieron intactas, las afirmaciones de los negros sobre su capacidad de acción con frecuencia hizo frente a la supremacía blanca. Pero esas protecciones estaban siendo erosionadas bajo la resistencia blanca del Sur, y el Schützenfest desempeñó también un rol en ello.
En la primavera de 1876, el festival se celebró como era costumbre, pero también fue un año electoral tanto para Carolina del Sur como para el país. Los demócratas de Charleston, entre los que se encontraba la mayoría de los residentes alemanes de la ciudad, estaban decididos a que Wade Hampton III fuese elegido gobernador. Hampton, que no era un candidato benigno, era también el líder de facto de los “Redeemers” de Carolina del Sur, o grupos terroristas blancos conocidos también localmente como camisas rojas. Bajo las órdenes de Hampton, estos grupos lanzaron una ola de violencia política e intimidación en la antesala de las elecciones.
Estos grupos terroristas incubaron como los clubes de rifle locales y privados que el Club del Rifle alemán inspiró en 1868, que invitó al Schützenfest y al desfile, y abrazó durante casi una década. A través de estos clubes, los Camisas Rojas coordinaron ataques para alterar las reuniones de los republicanos e intimidar a los votantes negros autorizados a votar recientemente.
Ese mes de julio, los miembros de un club del rifle blanco cerca de Hamburgo, Carolina del Sur, provocaron un enfrentamiento con una milicia negra local, que acabó masacrando a decenas de ciudadanos negros, incluido un legislador estatal. En septiembre, los camisas rojas de varios clubes del rifle, incluidos varios de la cercana Georgia, unieron sus fuerzas en Ellenton para asesinar a decenas más. Y cuando los republicanos negros organizaron una reunión en Cainhoy, al noreste de Charleston, unos 150 miembros de los clubes del rifle de la ciudad subieron a un barco de vapor e interrumpieron la reunión. Se produjo un tiroteo, pero no una masacre, ya que las milicias negras locales se defendieron utilizando armas escondidas en las cercanías.
La violencia aumentó hasta que el presidente Ulysses S. Grant, impulsado por el gobernador republicano de Carolina del Sur, envió tropas federales al estado proclamando la prohibición de todos los clubes de rifles. Pero el daño ya estaba hecho. Gracias a la supresión de los votos republicanos, al fraude electoral demostrable de los demócratas y a la erosión de la voluntad del Norte de continuar la Reconstrucción, Hampton fue elegido gobernador en 1876 y todas las tropas federales se retiraron de Carolina del Sur. Con el fin de la Reconstrucción llegó el surgimiento de Jim Crow en todo el Sur.
El Schützenfest floreció. El Club del Rifle alemán de Charleston se convirtió en el Club del Rifle de Charleston, y aún existe como organización privada en el mismo lugar del Schützenplatz original. Tras mucha controversia, aceptó a su primer miembro negro en septiembre de 2020—menos de un año atrás.
Como vimos en la Parte Uno, nuestras fallas deductivas actuales son a menudo producto de una comprensión errónea de acontecimientos históricos. La falta de diversidad moderna en la cerveza y los límites de su comunidad son obstáculos que pudieron haberse evitado.
La mayor parte del tiempo, soy la “única” o una de las pocas personas de color en espacios cerveceros—una realidad con la que me siento 100% cómodo. Durante esos momentos, estoy en el momento, siendo auténtico en una industria que he llegado a amar y respetar. Pero aunque acepto los momentos en los que soy la única cara de color en algunos espacios cerveceros, nunca dudo en participar en conversaciones sobre raza y desigualdades en la industria.
Amo la cerveza. No sólo el producto tangible, sino la cultura, la ciencia, la agricultura y la gente. Dicho esto, el escaso número de personas de color trabajando en cervecerías y propietarias de cervecerías en mi ciudad natal no es otra cosa que injusto. Acontecimientos históricos como el Schützenfest han demostrado hasta qué punto se remonta esta desigualdad. El día de hoy, podemos admitir que ciertos espacios cerveceros carecen de una representación más amplia.
Si nuestra querida industria cervecera es honesta sobre su deber de fomentar comunidades y crear espacios seguros para todos, entonces deberíamos trabajar para entender cómo se construyeron originalmente esos espacios desiguales de hoy—aunque sea sólo para poder deconstruirlos y reconstruirlos para mejorarlos.
Próximo: Lea Tek Cyear uh de Root, Parte Tres — El Potencial Perdido de la Cerveza de Charleston