La ciudad de Nueva York proyecta una larga sombra, por encima de las siluetas de acero, vidrio y concreto, que se estiran a través de Manhattan. Culturalmente, es imponente. Menciona “Nueva York” y pocos pensarán en el “Estado,” o recordarán a los vecinos al norte del valle de Hudson. La ciudad de Nueva York actúa como un agujero negro, absorbiendo cualquier notoriedad que pudiera lograrse más allá de los límites del distrito.
Pero esa sombra está comenzando a retraerse lentamente—O tal vez el valle de Hudson esté empezando a apartarse de ella. Comenzó con la comida. Cuando Dan Barber abrió Blue Hill en Stone Barns en 2004, la amplia reputación del restaurante tentó incluso a ya asentados habitantes de Manhattan fuera de los límites de la ciudad. Luego llegaron resurgimientos modernos de los alguna vez olvidados moteles de carretera como Scribner’s Catskill Lodge y The Red Rose Motel, que lograron poner de manifiesto una onda nostálgica sin necesidad de tener código postal de Brooklyn.
Y mientras Captain Lawrence Brewing Company y la cervecería Peekskill han llamado a esta área su hogar durante años, el valle de Hudson ha dado la bienvenida recientemente a nuevos arribos, desde Suarez Family Brewery y Plan Bee Farm Brewery hasta Industrial Arts Brewing Company y Equilibrium Brewery. Últimamente, se podría decir que la escena cervecera del valle de Hudson ha casi alcanzado a la de sus vecinos metropolitanos.
Uno de los nuevos integrantes del área es Hudson Valley Brewery. Aunque la cervecería comenzó a lanzar sus cervezas en Enero de 2017, la historia de su origen, y su construcción, lo antecede en cierta medida.
“Tenía 34 años y volvía a la casa de mis padres,” cuenta John-Anthony Gargiulo, el fundador y presidente de Hudson Valley Brewery. Mientras conversa, proyecta una mirada profunda al muro trasero de su cervecería basada en Beacon. “Me encontraba en una gran encrucijada en mi vida, reflexionando si quería seguir haciendo esto por los próximos 15, 20 años, o si quería comenzar de nuevo. Y dije: ‘Sabes, creo que quiero mudarme a casa y abrir una cervecería de garaje.’”
Gargiulo había estado trabajando cine en Los Angeles, pero su interés en la industria estaba comenzando a decaer. Estando en el oeste, tomaba frecuentes viajes en auto con sus amigos, deteniéndose en pequeñas cervecerías en la vía, lo que colocó primordialmente la cerveza artesanal en su radar. Su desinterés profesional, combinado con un deseo de volver al hogar y comenzar de nuevo, lo condujeron a empacar sus valijas y hacer el viaje de 3,000 millas en 2009.
“Me mudé de vuelta para abrir la cervecería. Continúa Gargiulo. Pasé mi tiempo viendo edificios, propiedades, y trabajando en ajustar mi plan de negocios al área.”
Haciendo referencia al tiempo que pasó trabajando en una oficina alquilada en una incubadora de negocios mientras se esforzaba por terminar su plan de negocios. Al mismo tiempo, estuvo activamente buscando propiedades que no funcionaron. “Estuve en eso durante casi dos años, tomando trabajos extraños para obtener algo de dinero. En 2012, comencé a atender barras y gestionar un bar de cervezas en Beacon llamado The Hop.”
En este tiempo, mientras Gargiulo navegaba la compleja experiencia de volver a casa siendo un adulto, Jason Synan y Michael Renganeschi—ahora co-propietarios y cerveceros en Hudson Valley—estaban comenzando a forjar una conexión entre la música y la cerveza.
En ese momento, Synan era gerente en Bacchus, un popular restaurante y cervecería basado en New Paltz, mientras Renganeschi enseñaba literatura americana en Marist College. Ambos inicialmente conectaron a través de la música, y tocaban en una banda de electrónica y ambient llamada Windsprints. Durante los ensayos, la fabricación de cerveza en casa por parte de Renganeschi se convirtió en un tópico frecuente de discusión, y pronto, ambas actividades se vieron relacionadas: mataban el tiempo tocando mientras esperaban que hirviera el agua.
Pronto ambos, Synan y Renganeschi fueron consumidos por descubrir tanto sobre cerveza como podían. “Esto fué cuando la West Coast IPA de Green Flash era la cerveza más codiciada. Anchorage ya estaba disponible. Aún recuerdo el tomar Bitter Monk por primera vez,” dice Synan, reflexionando sobre lo que podría ser descrito como una época más simple en la cerveza. Luego de sus sesiones de cocción casera, ambos comenzaron a fabricar cerveza en un pequeño sistema en Bacchus.
A diferencia de la mayoría, que comienza simplemente esperando producir cervezas apetecibles, Synan y Renganeschi tenían ambiciones más profundas: apuntaron a hacer cerveza que fuese tan buena como las que se servía en las otras líneas de Bacchus’. “Tuvimos que competir de inmediato con esta gente porque nuestra cerveza iba a ser servida al lado de la de ellos,” comenta Synan.
Renganeschi agrega: “Colocamos esta presión sobre nosotros. Queríamos que la gente nos tomara en serio y evaluaran la cerveza en el mismo nivel.”
Su perfeccionismo estuvo garantizado. “No se hombre, cuando tu cerveza está en una canilla al lado de Hill Farmstead, necesitas hacerlo bien,” dice Synan.
En poco tiempo, ambos comenzaron a enviar un puñado de barriles a la ciudad, aunque no fueron siempre recibidos de brazos abiertos, para ser exactos. “Inicialmente, devolví sus barriles,” dice Katherine Kyle, socia y gerente general de Blind Tiger Ale House, en la localidad oeste de Nueva York, una de las instituciones de cerveza artesanal más antiguas de la ciudad. Ella ha trabajado incansablemente en generar y mantener la reputación del negocio, así que cuando aparecían barriles que no había ordenado de algún productor de New Paltz del cual no había escuchado o probado, su reacción era simplemente “de ninguna manera serviremos eso en Blind Tiger.”
Pero luego de un acercamiento personal por parte de Matt Lefkowitz de la Union Beer Distributors—comentó a Kyle que tenía algo realmente especial en sus manos—trajo los barriles de vuelta, probó las cervezas, y desde entonces ha continuado apoyando al equipo. “Nuestro distribuidor siempre pregunta si queremos barriles, y mi respuesta es siempre positiva,” dice.
Para Synan es difícil olvidar la importancia de aquellos primeros barriles. “Tener nuestra cerveza servida en Blind Tiger fue una experiencia que nos cambió la vida,” añade.
Producir cerveza es una cosa, venderla otra distinta. Aunque en apariencia transaccional y poco romántica, estos primeros esfuerzos de hacer llegar su cerveza al mercado de la ciudad de Nueva York fueron, en retrospectiva, claves para el desarrollo de la cervecería Hudson Valley. “Pienso que fue la mejor cosa que hicimos, comenzar a vender nuestra cerveza—probablemente de manera prematura—desde Bacchus, porque nos colocó en contexto e hizo darnos cuenta que en realidad éramos una cervecería tratando de colocar producto en una de las ciudades más importantes,” dice Renganeschi.
Poco tiempo después, los caminos de estos tres hombres se cruzaron. Mientras Synan y Renganeschi jugaban con la idea de abrir su propia cervecería, Gargiulo había comenzado a visitar Bacchus, su recién descubierto refugio de cerveza artesanal una vez de vuelta a la costa este. Convenientemente, “era el bar más cercano a casa,” dice.
Durante una visita, Gargiulo casualmente mencionó su deseo de abrir una cervecería propia. “creo que fue una de las primeras cosas que me dijiste,” Synan comenta a Gargiulo. Desde ese momento, las piezas comenzaron a caer en su lugar.
Beacon está a unos 100 km del centro de Manhattan, cerca de hora y media en auto si el tráfico te juega a favor. Un viaje en Ferrocarril Metro-North probablemente sea la mejor opción. Las vías del tren siguen al río Hudson hacia el norte, funcionando este como compañero de viaje, fielmente visible a la izquierda. Señales de pequeñas ciudades encantadoramente adornadas con nombres como Dobbs Ferry, Hastings-On-Hudson, y Tarrytown te saludan en cada parada.
En términos de sensaciones y vibras, esa separación de 100km podría ser fácilmente una de 1000 km. Beacon es pintoresca, acogedora. Decididamente no la ciudad de Nueva York. Calles bordeadas por árboles te esperan al bajar del tren. Tiene su calle principal, la clase que podrías imaginar en una visión idealizada del centro de los Estados Unidos, llena de pequeños edificios antiguos que ahora albergan una amplia variedad de nuevos negocios.
Es justo lo que Gargiulo imaginaba cuando comenzó a pensar en abrir una cervecería. “Quería residir acá por muchos motivos. Quería el opuesto de lo que ofrece la ciudad,” comenta. Es cierto que la cervecería Hudson Valley se siente como ninguno de los espacios cerveceros que encontrarás en la ciudad. Y es así exactamente como él lo quiere. “Creo que a la gente que viene de la ciudad le agrada la vista a las montañas y el aire libre. La ciudad nunca fue una alternativa [para nosotros]. Por el contrario, deseaba que fuese más rural.”
Elegir la ubicación de una cervecería es una cosa, pero hacerla realidad es otra. Gargiulo se había enamorado de un edificio cerca del bar The Hop. No fué un romance pasajero: El Molino, lugar emblemático con origen en el siglo 19, captó su imaginación. “Lo recuerdo muy bien, trae lágrimas a mis ojos solo de pensarlo,” comenta. “Fue construido en 1822 como parte de de una fábrica de sombreros y molino textil justo al lado de las vías del tren, solía usarse como depósito de materias primas y producto terminado. Los sombreros eran en su mayoría sombreros de paja en la década de los 20’s, y luego sombreros de fieltro.” Hazlo hablar sobre el tema y te contará sobre la historia de Mill Town.
Desafortunadamente para Gargiulo, en aquel momento solo tenía un plan de negocios, sin dinero para respaldarlo. “Se rieron de mí y me dijeron; de ninguna manera,” comenta acerca de la compañía de bienes raíces que representaba aquella propiedad. Pero se rehusó a darse por vencido. Luego de intentar durante tres años adquirir aquel espacio, le fue concedida la llave a principios de 2016. Gargiulo, Synan, y Renganeschi rápidamente comenzaron la ardua tarea de despejar, limpiar y acondicionar aquel edificio abandonado por tanto tiempo. Para Diciembre de aquel año, estaban haciendo los cortes para los desagües. La cervecería Hudson Valley comenzaba a tomar forma.
Desde entonces la cervecería Hudson Valley ha construido una reputación que sobrepasa su permanencia en cierta medida, todo esto tomando un camino poco común. Han evitado no solo ubicarse en la ciudad de Nueva York, sino tener una lista de cervezas tiradas copada de NEIPAs. En su lugar, IPAs ácidas es lo que está causando filas de gente a las afueras de la cervecería en las primeras horas de la mañana los sábados.
Una palabra en esta nomenclatura. “Sour IPA” es probablemente la más facilmente entendida, lenguaje disponible de cara al consumidor para las cervezas únicas de Hudson Valley—y es lenguaje que la misma cervecería usa—pero el término subcotiza lo que hay dentro de la lata. Estas cervezas se zambullen de cabeza en lo aventurero, perfiles atípicos de sabor, gracias a ingredientes como el hibisco y puré de limón (en Fauna), granos de vainilla y puré de mango (en Holocene), y uvas Viognier y Petite Sirah (en la serie Purelake de la cervecería).
“Es producto del diálogo—no es un proceso lineal,” dice Synan, reflexionando sobre cómo nacen las cervezas. “No es que exista una receta que creamos y luego seguimos. El producto nunca está necesariamente terminado, y ya que hay tanto tópico para discusión, es más un producto de consensos.”
Curiosamente, ambos cerveceros han decidido aplicar técnicas de ‘blending’ a lo que es comúnmente un proceso de producción directo y lineal, lo que es tal vez el aspecto más divergente en la producción de sus IPAs. De acuerdo a Renganeschi, “Se trata, ó de cómo construimos sabor, ó de cómo pensamos en tu paladar, y esto proviene de nuestra experiencia en la combinación de cervezas ácidas añejadas en roble. Tuvimos la oportunidad de tomar ese proceso y usarlo en otras cosas.”
Es un enfoque poco convencional, Pero es uno que nos ha permitido una mayor libertad creativa. “Pienso que muchas cervecerías mantienen esos aspectos separados,” Renganeschi comenta. “Una arista es artística, otra es mecánica. Hemos podido tomar parte del aspecto artístico, el blending, y traducirlo a otras cervezas que hacemos acá.”
Dado que la cervecería Hudson Valley ha usado ingredientes como chocolate blanco, menta y camomila en sus IPAs queda claro que las influencias de estos cerveceros se apartan mucho de la norma. Synan atribuye esta inventiva enteramente a otro territorio, no relacionado con la cerveza.
“Certamente mucho de esto proviene de la cultura del cóctel,” dice. Recuerda que hace cinco o seis años atrás, cuando él y Renganeschi aún vivían en New Paltz, hacían la caminata hasta la ciudad para visitar bares icónicos de la localidad este, como Please Don’t Tell and Death & Co. En aquel momento, Synan leía libros de David Wondrich y Jim Meehan y evoca haberse enamorado de la pujante escena del cóctel de la ciudad.
“Lo que estos tipos hacían era descabellado en términos de formulación de recetas [...] 10, a veces 12 ingredientes, en papel, lo ves y no tienes idea de a qué podría saber,” comenta. “Se encontraban tan lejos en términos de habilidad y comprensión que no tenías idea de lo que te servirían. Y luego te lo sirven y es una expresión pura en innegable de sabor. Pienso que con nuestras Sour IPAs más extrañas, fue lo que tratamos de crear.”
Mientras las Sour IPAs son responsables de la mayoría de la notoriedad de la cervecería, su portafolio también incluye otro rango de estilos, desde farmhouse ales añejadas en roble como Magnolia y Peregrina a una Pilsner franca como Feel No Way. La cervecería Hudson Valley incluso lanza la ocasionalmente IPAs no-ácidas, generadoras de ruido, como Hyperlight, una reciente IPA con doble dryhop (DDH) fabricada con lupulin de Citra, Simcoe, y Mosaic.
Actualmente, la reputación de Hudson Valley Brewery antecede a la cervecería, y la marca ha forjado vínculos profundos dentro de la escena de la ciudad de Nueva York. “Ellos son realmente buenos explorando nuevos perfiles de sabor y derrumbando sabidurías convencionales sobre lo que una cerveza puede ser,” dice Joshua Stylman, co-fundador y CEO de Threes Brewing, basada en Gowanus, Brooklyn.
Threes recientemente organizó un tap takeover para celebrar a la cervecería Hudson Valley y también ha acogido a colegas de Hudson Valley como Suarez Family e Industrial Arts en el pasado. “Solemos pasar tiempo con gente que nos agrada, presentamos a nuestros clientes creaciones interesantes que nos hacen crecer, y con suerte introducimos a entusiastas de Hudson Valley también a nuestra marca, o conversacionalmente acercamos nuestros clientes a su increíble cervecería,” comenta.
La cervecería Hudson Valley actualmente ocupa una adición más moderna al edificio-Molino construida en 1970, pero en un futuro no muy distante, se renovará y expandirá al espacio adyacente, más antiguo, en lo que debería ser la realización completa de la visión de sus fundadores. El edificio que había cautivado a Gargiulo finalmente dará la bienvenida a visitantes sedientos. Camino alrededor del espacio aún desaliñado junto a Gargiulo, Synan, y Renganeschi, hay señales de esfuerzos anteriores de renovación visibles en cada dirección. Cada uno habla apasionadamente sobre lo que está por venir, mostrandome donde imaginan gente congregándose, y como la antigua estructura será un hermoso punto focal para la gente que llega. Su instalación actual será relegada a la producción, permitiéndoles más espacio para más líquido.
Por un breve momento, los tres hacen un pausa frente a una gran ventana, creando el marco para una llamativa foto iluminada desde el fondo. Parecen estar en el lugar adecuado en el momento adecuado—un momento que crea una analogía para sus comienzos fortuitos y afortunados en su cervecería. Rápidamente logro disparar la cámara antes de separarse.
Mi viaje en tren de vuelta a la ciudad es tranquilo, acompañado de un six-pack de Feel No Way. El tren va distanciándose de los árboles y la tranquilidad del valle, impulsándose hacia la familiaridad de la vida en la ciudad. El sol se hunde y los edificios se levantan mientras nos acercamos a la estación Grand Central. Siento anhelo por la tranquilidad de las calles de Beacon, la vista a las montañas y la receptiva manera de ser de la gente local que conocí.
Que la escena cervecera del valle de Hudson esté alcanzando a la de Nueva York podría ser una mirada equivocada de las cosas después de todo. Tal vez no es esa la intención. Tal vez es todo lo contrario: un deseo de crear algo que es explícitamente no-metropolitano. Mientras me bajo del tren junto a una multitud de usuarios, y mientras el sonido de la urbe me inunda, esa idea comienza a cobrar mucho sentido.