Es ese tipo de noche apacible de Junio en Atlanta donde todo—el aire, nuestros cuerpos, las botellas de Carnaval de D9 Brewing Company sobre la mesa—parece transpirar. Estoy rodeada de una docena de mujeres y algunas docenas de latas y botellas de cerveza. Cada tantos minutos, una nueva es traída de la conservadora Igloo, colocada sobre la iluminada mesa de picnic que compartimos en algún patio trasero de Reynoldstown, y circulada. Nadie se averguenza de sacarse un selfie para instagram con una botella, hacer preguntas sobre la terminología en la etiqueta, o decir cosas como, “Diablos, me atrevería a imprimir este arte en un caftán” cuando aparece la Mikkeller. (Sin embargo, mientras van apareciendo etiquetas, el éxito indiscutible de la noche fue la doble IPA de Hi-Wire Brewing, cuyo texto naranja sobre fondo verde en la lata deja leer, “Man Eater.” [devoradora de hombres])
Mientras el grupo de mujeres—desde empleadas de cervecerías a encargadas de tiendas de cervezas o entusiastas amateur—nos conducen a través del compartir, nadie encabeza la explicación de cada una de las cervezas, ni se disputan oportunidades para hablar. La conversación es curiosa, detallada, y por sobre todo, abierta. “Esta sabe a marihuana.” “Esta luce como un Kool-Aid.” Nadie interrumpe al otro. Las mujeres alrededor de la mesa toman sorbos e intercambian observaciones sobre Sorry Umami IPA de Yo-Ho Brewing Company y Free Skate IPA de Resident Culture Brewing Co mientras se comparten historias sobre nuestras peores primeras citas, nuestras mascotas, y nuestras madres. En cierto momento el opus conmovedor de Britney Spears, “Lucky,” comienza a sonar en el parlante bluetooth, y todas de manera intuitiva comienzan a cantar al unísono mientras las cervezas siguen rotando en el sentido de las agujas del reloj sobre la mesa. Al desvanecerse Britney, una de las mujeres se reclina hacia atrás, sonríe y dice entre un suspiro, “Nunca hubiésemos podido hacer esto con hombres presentes.”
Me encuentro en este jardín trasero rodeada de estas mujeres porque en Abril pasado, la fundadora del club se me acercó, luego de haber escrito un artículo sobre el lastre existente y arrastrado por el género sobre las mal llamadas “cervezas femeninas,”. “Esta es la razón por la que iniciamos nuestros propios bottle share femeninos. Necesitaban existir. Ya habían demasiados enfocados sólo en ver quién tenía la IPA más dank."
Con interés en la posibilidad de pertenecer a un lugar donde las mujeres pueden beber, por ejemplo, una Sour roja con frambuesas sin el compromiso y preocupación de ser presa de estereotipos de género, o donde alguien como yo podría presentarse y catar cerveza sin sentirse obligado a enmascarar mi carencia de lenguaje y conocimiento técnico, decidí unirme.
Sam Maloney, la fundadora del grupo, se inspiró en su fundación luego de atender a una cena con cerveza para mujeres en Arches Brewing, en Hapeville, en el que se impactó por la manera tan cómoda y bienvenida que se le hizo sentir. La experiencia, abierta y relajada contrastó con sus experiencias en otros eventos de cerveza de género mixto dominado por hombres a los que asistió en Atlanta, donde se dirigían a ella y a otros asistentes constantemente, y donde el foco primario sobre cada cerveza parecía no residir en su sabor, sino en su escala de IBUs o en sus carencias. “Había mucha presión de traer ‘pesos pesados,’ y de hablar sobre cómo se obtuvo la cerveza o cuantas horas esperó en una fila,” recuerda. “Por falta de un mejor término, era un concurso de quien la tiene más grande, no sobre probar nada.” Maloney recuerda a un asistente, pedir de manera temerosa al grupo explicar la diferencia entre una Porter y una Stout, y subsecuentemente ser “humillado” por sus cohortes.
Ávida por aprender más de cerveza, y compartir su propia experiencia, en un entorno menos cargado de prejuicios o roles de género, comenzó a abordar mujeres tomadoras de cerveza a finales de 2017. Por más de un año ahora, el grupo se reúne vez por mes. La selección de cerveza de cada mes es regida por un tema—ejemplos anteriores incluyen “Girls Gone Wild (Ales)” y “Bomber? Barrelly Know Her.” Las reuniones varían en tamaño, pero a las que asistí tenían cerca de una docena de personas, además de una gran selección de cervezas, un arreglo pensado y visualmente agradable de aperitivos, y un playlist de spotify bien curado. Una vez que la cerveza se termina y la conversa se atenúa, miembros del grupo silenciosamente comienzan con las tareas de limpieza. Las sesiones terminan con una foto grupal, abrazos, y un coro de “escríbeme cuando llegues a casa!”
Una de las mujeres presentes en la reunión inaugural del grupo en 2017 fue Ai-Lien Vuong, una ávida consumidora de cerveza por casi una década. Como Maloney, Vuong también había asistido esporádicamente a algunos bottle share predominantemente masculinos, y encontró en ellos experiencias generalmente positivas, pero no pudo evitar notar cuando un hombre la abordaba para explicarle una cerveza, o asumir que generaría rechazo hacia una IPA muy lupulada (cuando de hecho, es cierto lo contrario). Había esta sensación intangible de “la necesidad de probar como mujer que puedes saber tanto sobre cerveza, a veces más incluso, que tus contrapartes masculinas,” Vuong comenta.
Esta no fue una experiencia del todo desconocida: Vuong también es una jugadora de fútbol fantasy, y ha jugado en ligas dominadas por hombres durante años hasta que se unió a una liga femenina en 2014. A pesar de que los aspectos técnicos de ambas ligas eran los mismos, Vuong sentía que en la liga de género mixto las mujeres eran percibidas como amenazas menores, y asumidas generalmente como menos conocedoras del juego. Del mismo modo que en los círculos sociales de la cerveza, dice Vuong, “Y Definitivamente sientes que debes defender más tus decisiones y habilidades en una liga mixta que en una liga femenina, al menos en mi experiencia.” Considera tanto los bottle shares como la liga femenina de fantasy, como espacios más inclusivos y amigables donde las recién llegadas pueden realmente aprender, en lugar de de tantear su pertenencia de manera tímida por miedo de ser juzgadas.
Y para aquellas no tan nuevas, estos espacios sirven un propósito igual de importante: una oportunidad para el respiro. Una de las primeras miembros del grupo fue Zuri Coleman, la única empleada en el área de producción en Second Self Beer Company en Atlanta. Coleman tiene cuatro años de experiencia en producción de cerveza, pero incluso con esa base de conocimiento, aun aprecia la oportunidad de poder bajar la guardia entre mujeres. “Aún como alguien dentro de la industria, no conozco todas las respuestas,” dice. “Es una bocanada de aire fresco poder asistir a un bottle share y beber, sin sentirte en una pelea de gallos sobre quien trajo la mejor cerveza, o quién es más erudito.” Coleman también es miembro de Pink Boots Society en Atlanta, una organización que reúne a mujeres de la industria. Le pregunto:¿por qué son importantes estos espacios en el rubro? “Para recordarnos que no debemos bajar la cabeza si nos sentimos desanimadas al trabajar con un montón de tipos todo el día,” contesta sin titubear.
Brittany Graham, sommelier de cervezas y juez BJCP que trabaja en un minorista, dice que en mucha parte de su vida profesional, ha sido forzada constantemente a demostrar su conocimiento, y probar su pertenencia. Al enfrentarse a estos obstáculos en su carrera, dice que, la autoconfianza puede resultar golpeada. En su primer compartir de cervezas, Graham recuerda haber llegado con su libreta de notas, lista para analizar y tomar apuntes con el mismo rigor que ha regido su trayectoria hasta ese momento. “He trabajado tan duro para demostrarme a mí misma, y demostrar mi valía frente al género masculino,” explica. Pronto se dio cuenta que no debía probar absolutamente nada—podía, por primera vez, solo tomar cerveza y relajarse un poco. Pero agrega, no era algo sencillo sobreponerse a ese sentimiento de deber demostrar tu propio valor, o de ser extremadamente buena para apenas ser aceptada. “Cuando has contenido el aliento por tanto tiempo, se hace difícil sentir que tienes permiso para exhalar.”
Los espacios femeninos dentro de culturas dominadas por hombres no es algo nuevo. Bien sea en tecnología, academia, futbol fantasy, habanos o cerveza, las mujeres han encontrado caminos para hallarse y establecer sus propios enclaves. Laurel Ruma es una de las miembros de BABES (Boston Area Beer Enthusiasts Society), Un grupo cervecero de cerca de 2,500 mujeres. Ruma también trabaja en el área tecnológica, una industria notablemente intoxicada de sexismo—recuerda haber asistido a una conferencia Ruby on Rails hace una década y ver a un ponente masculino adornar su presentación de diapositivas con unos senos al aire. Pocas personas en la audiencia lo cuestionaron. Sea organizando una cata lado-a-lado de Heady Topper y Pliny the Elder con 100 mujeres en su patio, o desahogandose en en un Slack chat con sus colegas sobre un ponente que subió al escenario vistiendo una camisa con una mujer desnuda, Ruma entiende que la importancia de un lugar seguro se reduce a la libertad de intercambiar ideas dentro de un grupo que comparte la misma visión, sin la amenaza de ser pisoteadas por aquellos que típicamente dominan el espacio. En otras palabras, cuando se es constantemente menospreciado, espacios como este ofrecen la oportunidad de dejarte hablar.
El bottle share que que Ruma asiste fue fundado por Kristen Sykes en 2011. Sykes, una juez de cervezas BJCP que comenzó a producir cerveza a principios del 2000, ha organizado un buen numero de evento mixtos durante años también. Ha observado que en estos eventos, mujeres que son típicamente elocuentes sobre cerveza tienden a ceder la palabra a los hombres, de los que algunos tienden a hablar más de lo que saben—un caso real de Dunning–Kruger de género. La atmósfera resultante es una en la que las mujeres son menos propensas a hablar, dice Skyes. “Me pregunto, estando en un evento mixto, si una mujer se sentiría tan comoda para pronunciarse y decir, ‘Sabes, realmente puedo sentir el diacetilo,’ solo por temor a ser juzgada.”
Evidentemente, mientras me preparaba para asistir a un evento por primera vez, también me sentía intimidada—Soy más una entusiasta casual de la cerveza más que una connoisseur, y no estaba segura de que llevar. De hecho, El tema de esa noche—cervezas single-hop o single-malt—me llevaron al punto de la desesperación (ergo: Escribirle a un hombre estando en la tienda de cervezas). Fue una mujer quien me ayudó, sin embargo. Bajo la recomendación de una mujer trabajando detrás del mostrador en el growler shop de mi barrio, terminé llevando una hazy single-hop IPA de TrimTab Brewing Co. Mientras ella empacaba mi cerveza, le agradecí, y confesé avergonzada mis nervios de asistir por primera vez. “Es sólo cerveza!” me respondió. Nos reímos e hicimos un un ademán, porque la mayoría de mujeres que toman cerveza en público conocen la importancia que tiende a dársele.
En la realidad, existe algo especial en el hecho de elegir un item para llevar a uno de estos eventos. Helana Darwin, socióloga y entusiasta de la cerveza, lo llama “mostrar y contar para adultos.” “Genera ansiedad el -mostrar y contar- a cualquier edad: sea lo que sea que lleves se supone que te representa como persona, y todos tus amigos te juzgaran por eso,” me comenta. “Es un momento cargado, y va a depender mucho de las normas del grupo al que asistas.”
Mi viaje inaugural al bottle share me generó nervios porque no conocía las normas: se me juzgaría en base a la calidad de la cerveza, el prestigio de la marca, el diseño de la etiqueta? Podría acertarle al tema? Tendría buen sabor, y si no, como se refleja eso en mi, personalmente? Son este el tipo de tomadores de cerveza que ven con mala cara las fruit beers o postre-stouts? Mis preocupaciones sin embargo, fueron mitigadas inmediatamente después de conocer al grupo de primera mano. Mi segunda vez, llevé un six-pack de Three Taverns Brewery Midnight Snack (una Imperial Coffee Milk Stout) sin cuidado alguno en mi auto, a pesar de no concordar con el tema. Si hubiese entrado a una habitación llena de hombres, Dudo que la experiencia hubiese sido tan despreocupada.
En reuniones sociales como esta, el consumo y desempeño se intersectan de manera particular: una mujer podría sentirse sin permiso de ser una verdadera aficionada si su contribución al grupo de otros nerds de la cerveza fuese una Wheat Beer con fruta—especialmente si ese grupo, dominado por hombres, ve a la cerveza como un vehículo para conducir su masculinidad.
Más importante incluso que la propia cerveza son los espacios que creamos para nosotras, y para nuestras cohortes como bebedoras. La energía y atmósfera de estos eventos nunca es casual, y son conducidas de maneras sutiles (y a veces no tan sutiles) por la gente que participa. Un espacio en el que los participantes compiten para hablar o que se enfoca más en la exclusividad de la botella que en su contenido, se sentirá diferente, en cada medida, de uno en el que las preguntas son bienvenidas, la curiosidad es promovida, y donde la cerveza es algo de lo que aprender y disfrutar, en lugar de algo para blandir la autoafirmación de tu género. Un poco de Britney Spears tampoco hace daño a nadie.