Good Beer Hunting

Caminos de Tierra y Ciervos Muertos – Vienna Lager de Kros Strain Brewery

“Nunca pierdas la oportunidad de disparar a algo el primer día, a lo que dispararías el último.”

Es una de las primeras lecciones de la caza, y la ignoré. Domingo por la mañana, y mi semana en la pradera se estaba acercando a su fin. El Sol se había levantado por completo. Con toda probabilidad, los ciervos estaban recostados, como ha previsto la evolución, camuflados en el pasto seco, que minutos antes, brillaba en un tono naranja neón durante el amanecer.

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El jueves anterior, tuve una oportunidad de disparar, y la desaproveché. Mi hermano Jay y yo nos preparábamos para remolcar un ciervo mulo (también conocido como “muley”) desde un desfiladero. Lo había cazado mi padre, pero habiendo criado a dos hijos y provisto para ellos de manera indefectible, a los 72 años, ya no es tu trabajo arrastrar a un ciervo 7 metros hacia arriba de una pendiente. No recuerdo haber accedido a tal acuerdo, pero es parte del arreglo ahora.

Mientras nos esforzábamos por subir, lo ví. Cortó un agujero a través del ardiente resplandor del Sol. Estaba a buena distancia, y era de un tamaño aceptable. Uno no era suficiente. Tengo oportunidad de cazar una vez por año, y deseaba algo contundente. No como trofeo o para mi ego, sino para mi heladera. Me encontraba en Nebraska en aquel día de Noviembre para llevar tanta carne de venado a Chicago como pudiese. Retorné a la tarea del momento, mover y luego limpiar el ciervo de mi padre.

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Para el Domingo, ya estaba resignado a volver a casa con las manos vacías. Tiempo de calidad junto a la familia sería suficiente, aparentemente. Volvimos a cazar y allí lo ví de nuevo—sin embargo más pequeño que el que dejé ir el Jueves, pero me servía. Con el arma lista, seguro removido, bocanada profunda. Exhala, aprieta, no hales hacia atrás. Bang. Respira, observa. Otro ciervo, otra colina, otro arrastre.

De vuelta al campamento, eran apenas las 9:30 a.m. Jay y yo comenzamos a desarmar el campamento y cargarlo a la camioneta mientras mi padre supervisaba (Tampoco recuerdo haber accedido a ese arreglo).

Mientras empacábamos el refrigerador, tomé una de las últimas Vienna Lager de Kros Strain Brewery, y decidí que mi taza de café sería readaptada a una jarra de cerveza esta vez. La llené hasta el tope, tomé lo que no entró en la taza y me senté junto a mi padre.

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Fría, en un camino de tierra, rodeado de polvo y pasto muerto, la Vienna Lager de Kros tuvo un sabor tranquilizador. La semana estuvo plagada de incertidumbres, así que necesitaba la reconfortante familiaridad de la Vienna Lager de mi cervecería local: maltas sutiles, lúpulos nobles, sin engaños. 

Soy de quienes toman Pilsners todo el año, pero me saben al Verano. Las Vienna son cervezas para el Otoño. Entre sorbos, me trajo recuerdos de hojas bajo mis pies y ramas desnudas. El sabor agridulce es de alguna manera una evocación a una semana de éxitos y duras lecciones.

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Tengo poca experiencia en la caza, pero he aprendido rápidamente que la preparación y buenas intenciones no te garantizan nada. Un deseo en una mano y mierda en la otra, ve cual se llena primero, como dice mi padre. Esta sería la primera vez que tanto mi padre como yo volvemos a casa con ciervos en el mismo viaje. Le entregué la taza—la ocasión nos invitó a compartir.

No dejaría pasar esta oportunidad.

Textos + Fotos
Mark Spence
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